Durante un tiempo algunos
escritores de Mendoza nos hemos reunido en Cafés Literarios, cuyo estímulo ha
sido la producción libre y la diversidad temática. Crear para un escenario de
escucha atenta requiere que el autor busque la singularidad, la experimentación,
la innovación, el arte, lo extraordinario. El escritor se convierte en este
contexto en un Barista de la Palabra.
El Café de los Encuentros abraza
esta idea de creación. Un sitio de lectura que representa un viaje hacia mundos
reales o imaginarios a través de la soledad reflexiva. La experiencia involucra
un acto que genera una interfaz natural entre el autor y el lector.
En torno a una taza de café se
conquistan ideas, proyectos, sueños, amores. El Café Literario es un lugar para
existir y para morir igual que las páginas de un libro. El tiempo se detiene en
ellos, allí se origina el caos, el reloj sin números.
Es reconocida la atmósfera de
estos como verdaderos epicentros de vida social con una fuerte repercusión en
la escena cultural.
¿Qué
cómo estoy? Mal, muy mal. Cada día peor. Mi psiquis está enferma. No siempre, a
veces. Mmm cómo ser más explícito: La mitad de mi mente está enferma. Imagina
atrocidades, aberraciones, las peores que se te puedan ocurrir. Veo muertes, torturas de personas que amo, sin desearlo. Maldades
tales que se equiparan a las del mismo Adolfo y que yo mismo aborrezco. En esos
casos, la parte sana acude en auxilio de mi cordura y luego todo sigue bien.
Por supuesto, nadie lo nota más que yo. Pero eso es suficiente para que me
sienta muy mal y no desee salir a ver a mi familia y a mis amigos. No puedo
evitar, a veces, pensar mal de la gente que me rodea y mi media psiquis maligna
me muestra motivos por los cuales debiera enfurecerme y terminar con todos
ellos. La vista se me pone toda roja y soy capaz de cometer alguna locura. Por
fortuna, mi otra mitad viene de pronto a refrescar mi frente con su hálito
cordial y salvador. De todas formas, estoy trabajando para mejorar mi parte
enferma, para volver a la normalidad cuanto antes. Aún así, debo pedirte que te
vayas.
Aunque no tengo nada contra ti no sé en qué
momento mi parte oscura pueda aflorar y deba acabar
contigo para luego continuar mi conversación con un cadáver. Así que por favor,
vete.
Esta situación me pone increíblemente incómodo.
Mejor así. Quiero asegurarme que llegarás sano y salvo a tu casa. Agradezco tu visita. Ya iré a verlos, una vez que sane por completo. Y ustedes, mis amigos, podrán visitarme, también, sin miedo alguno y podré compartir buenos momentos en mi humilde morada, junto a la gente que yo quiero. Por eso mismo, amigo mío, no te invito con un café. Pero, ¿qué te ocurre? levántate de ese sillón y corre antes de que sea demasiado tarde. ¿No entiendes que soy una amenaza para tu vida? Reacciona amigo mío. No puede ser. ¡Oh Dios, perdóname! Lo hice de nuevo.
Diego Agustín Guevara
Comentario Crítico:
"Hoguera junto a una río" de Paul Gauguin
El cuento breve del narrador mendocino Diego Agustín Guevara
expone un diálogo desde el interior del protagonista hacia un tú, visitante. En esta conversación se menciona a un Él, Dios, considerado testigo de la historia.
Puede sintetizarse el contenido como un solo ritmo narrativo: la escena. Es decir, un tiempo que se acelera hacia el momento de mayor tensión, la muerte.
La pregunta retórica al finalizar el relato nos remite a lo inevitable y la última oración "Lo hice de nuevo" produce un efecto bucle en el tiempo, una narración interminable.
Finalmente, se visualiza una segunda persona plural. Estos serían todos los lectores del cuento o bien espectadores hipotéticos del hecho.